Leemos en la mañana de hoy que Orizonia tiene 28 millones pendiente de cobro, cuenta con 7,5 millones por las facturas vendidas al fondo de inversión SPV de Luxemburgo, así como, 500.000 euros de caja.

 

Teniendo en cuenta que se estima una deuda de casi 700 millones de Euros con la Banca y el compromiso con los trabajadores de pagarles en primer lugar con el dinero que pueda ir entrando  (ojo, acuerdo positivo para los trabajadores pero no válido hasta que así lo determine el juez y la Administración Concursal)  ¿qué posibilidades tiene el cliente final y la agencia de viajes minorista de recuperar su dinero? 

 

Pues lo cierto es que muy pocas; Orizonia no tiene activos, ya hemos explicado en información anterior como los ha enajenado en plan saldos Arias o se ha descuartizado la empresa por piezas estilo desguaces La Torre. Obviamente, estas operaciones deben ser estudiadas con lupa por parte del titular del juzgado que ha admitido a trámite el Concurso de Acreedores. 

 

Justicia y Responsabilidades, resulta imprescindible que la jueza de lo mercantil de Palma donde ha recaído el Concurso haga justicia y también es fundamental que depure responsabilidades y que si se tiene que declarar el Concurso culpable se haga; quizá de esa manera se eviten en el futuro situaciones como esta.  

 

Se trata ya de una cuestión de credibilidad y de imagen de nuestro turismo, de nuestras empresas y de nuestro país, sumido en su conjunto en estos momentos, en una profunda crisis de valores como no se recuerda, más allá de la económica, que afecta a los ejes principales de nuestra vida. 

 

A más a más, el agujero que ha dejado Orizonia a IATA de casi 16 millones de euros es tan grande  que no tardará en tener consecuencias inmediatas para el resto de las agencias.

 

Curiosamente, Orizonia cumplía los ratios¡ no tenía avales ¿¡Quién se lo explica!?; un poquito de ingeniería financiera y un mucho de mirar para otro lado de IATA han contribuido al desastre y ahora lo pagarán las que cumplen religiosamente cada día (15/10),  no tenemos duda. La ley del embudo que habitualmente práctica el looby de compañías aéreas.

 

Las Asociaciones daremos la batalla pero los daños colaterales del siniestro no acaban sino de empezar.